Puedes incorporarlo a la dieta de tu pequeño a partir de los 10 meses, añadiendo cada semana un cuarto de yema cocida al puré de verduras (desecha la clara). Como es uno de los alimentos más alergénicos, hay que introducirlo con cuidado. Si tu hijo tiene intolerancia a la leche, no se lo des hasta los 15 meses (es frecuente que los niños con alergia a las proteínas de la leche también rechacen las proteínas de la clara -la albúmina-, responsable de esta intolerancia).
Si crees que puede ser alérgico, dale sólo un cuarto de yema por semana,
hasta completar el total de la yema pasado un mes, y nunca en la cena, para
poder observar las reacciones que presenta. Si ves que le sienta mal y el
médico lo estima conveniente, elimínalo de su dieta (incluidos sus derivados y
los productos que contengan alguno de sus componentes), pero siempre en la
medida y durante el tiempo que aconseje el pediatra: muchos niños alérgicos al
huevo dejan de serlo después del segundo o tercer año.
Si todo va bien, podrá tomar la clara desde los 12 meses. Para que coma
el huevo frito debes esperar hasta que tenga tres años, y nunca se lo des por
la noche, porque es más difícil de digerir. Mientras tanto puedes preparárselo
en tortilla, revuelto, cocido, pasado por agua o como ingrediente de postres
caseros. En este sentido hay especialistas que recomiendan limitar el consumo
de los productos industriales que contengan huevo, como natillas y flanes, y
dárselos sólo ocasionalmente. Y otra advertencia básica: los niños nunca deben
tomarlo crudo. Así es más probable que les siente mal, asimilan peor sus
nutrientes y aumenta el riesgo de una posible salmonelosis.